El grupo de niñ@s de uno a dos años es de los que más vigilancia por parte de las educadoras requiere. Aunque se esté con cien ojos encima y pendientes en todo momento, los mordiscos, manotazos, empujones y arañazos, se repiten casi a diario. Pero, ¿Por qué se comportan así a esta edad?
Los niñ@s de estas edades aún no saben hablar y no pueden comunicarse a través de las palabras para resolver sus conflictos o sus necesidades. Al no dominar todavía la comunicación verbal, sus formas de rechazo, frustración, deseo o necesidad son un tanto aparatosas. Su ímpetu en sus acciones, simplemente, es una manera de decir qué quieren o que no quieren, su modo de hacerse entender y de resolver sus problemas.
Muchas veces, lo que termina siendo una agresión no deja de ser una muestra de cariño, exagerada, por parte del niñ@. A nuestros hij@s les encanta tocarse, darse besos, etc. A esta edad, aún no disponen de un veradero control emocional, no son capaces en la mayoría de los casos de canalizar las emociones intensas, se ponen nerviosos, y es cuando sobrevienen los mordiscos.
A esta edad los niñ@s, se encuentran en un momento evolutivo conocido como el pensamiento egocéntrico. Es decir, entre otras muchas cosas, viene a decir, que son incapaces de ponerse en la piel de los otros. Ej: Si yo quiero ese osito, lo quiero ahora y no me preocupa que lo tengas tú; no puedo comprender que tú también lo quieras. Lo quiero y te lo quito, y si te resistes, te muerdo, golpeo o te araño. Además, después tampoco pueden entender por qué llora el niñ@ mordido.
Los niñ@s de uno a dos años no son capaces de compartir. No es que sean egoístas, tal y como entendemos para una persona adulta, sino ques es que nuestros niñ@s aún no saben hacerlo.
Muy relacionado con el apartado anterior, es la baja tolerancia a la frustración que tienen los niñ@ de estas edades, al no poseer las herramientas, para poder gestionar este tipo de emociones. No entienden que tenemos que compartir, que tenemos que ayudar, y que en el aula somo muchos más que en casa (en la que habitualmente están sol@s y no tienen por qué compartir).
Que acaben de salirles los dientes, es motivo más que suficiente para morder con desesperación, incluyendo todo lo que tengan cerca. En ocaciones, el bracito del compañero. También influye en este comportamiento la retirada de la chupita de manera brusca. Esto les puede generar mucho desasosiego, ya que la chupa, es como un bálsamo para el alivio de nuestros peques.
¿Cómo podemos corregir este comportamiento?
Se entiende, que estas conductas, corresponden por los motivos anteriormente citados a comportamientos normales dentro de esta edad, pero no por ello, debamos dejarlas pasar. Nuestra misión en las aulas, así como, la de las familias desde casa, es encauzarlas hacia otras formas de relación más adecuadas.
La clave está en corregir estos comportamientos con constancia y actuar de manera adecuada:
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